(E)mociones
Lo ocurrido en Murcia nos ha hecho recordar que los bloques de la izquierda y de la derecha se encuentran en una montaña rusa, entre euforias y frustraciones repentinas
Parece como si cuatro castillos y siete coronas hubieran sido la causa principal del terremoto político de estos días en España. Se trataría de un reparto, resultado de un típico acuerdo de poder de la época de los Reyes Católicos. En realidad, son los símbolos de la bandera de la Región de Murcia, donde PSOE y Ciudadanos han celebrado una moción de censura fallida contra el presidente de dicha autonomía, Fernando López Miras.
Ocurriese lo que ocurriese, ha provocado que Ayuso convoque elecciones en la Comunidad de Madrid y que en Castilla y León se vaya a celebrar otra moción de censura, con pocas probabilidades de salir con éxito desde el primer minuto. Si la fractura de Ciudadanos ya era suficiente para digerir tantos hitos informativos en poco tiempo, va Iglesias, y dice que se presenta a los comicios del 4 de mayo. Con la comida acumulada que llevamos, es más difícil llegar al postre.
Ayuso se atribuye el mérito de haber motivado que el vicepresidente del Gobierno abandone su cargo. Es cierto, pero el tema tiene gracia si vemos el origen del meollo. Al fin y al cabo, ella convocó elecciones tras el pacto de PSOE y Ciudadanos en Murcia. Luego, también podemos decir que sin ese acuerdo no hubiera sido posible la marcha repentina de Iglesias de la Moncloa, y que la estrategia de socialistas y naranjas significa un punto para sus intereses. Claramente, Sánchez estará más cómodo y dormirá mejor. Y los que acusan a Arrimadas de complacer a Unidas Podemos tienen que reconocer que les ha hecho un favor haciendo ese movimiento en Murcia.
Seguramente, lo ocurrido en esta región es una causa casual de la decisión del líder del partido morado, y que no era un plan bien armado entre consultores socialistas y naranjas. Pero tampoco es muy probable que la presidenta madrileña sospechase que, convocando los comicios, provocase que él dejase su puesto en el Congreso.
Ese aleteo de la mariposa que ha supuesto la moción de censura en Murcia pone de relieve la fragilidad de muchos gobiernos locales. Desde 1980, España ha contemplado 37 procesos de este tipo, siete en el Congreso y treinta en el ámbito autonómico, si contamos los dos de 2021. De media, esto equivale a casi uno por año. También llama la atención lo fácil que es convocar elecciones. En países de nuestro entorno no es tan simple adelantar comicios regionales. Por ejemplo, en Francia, Italia y Alemania, cada uno con sus particularidades concretas.
Otra vez, como en la efímera I República, Cartagena es el epicentro de un seísmo político nacional. Por aquel entonces, el cantonalismo era el protagonista. Ahora, un cambio de alianzas en el parlamento autonómico. Aunque el fiasco de las elecciones catalanas de Ciudadanos está detrás del movimiento de los naranjas en tierras murcianas.
Desde los medios, existe un consenso sobre la posible desaparición del partido de Arrimadas. Puede que ella esté haciendo una nefasta gestión, pero Rivera es el primer culpable de lo que ocurre en la formación. El hedor de la podredumbre de su herencia está arrastrando a todo el equipo, y se vislumbra que muchos se han preocupado más por equipararse, exclusivamente, al PP que por crear una alternativa robusta que tejiese tendencias diversas del espectro político, de derecha a izquierda. Ciudadanos ha caído en los peores vicios de la política. En varias ocasiones, sus alianzas con los dos partidos más votados de España han estado motivadas por mera estrategia. Y han caído en la trampa de los discursos facilones de bar que se dan en sesiones parlamentarias. En este momento, las luchas de poder internas son su peor pecado.
De todo esto, saco una conclusión: la polarización es el castigo añadido que tienen aquellos partidos que ofrecen pactos transversales en su programa. Si cometen los mismos fallos que el resto de fuerzas, serán condenados a la irrelevancia. Porque es un hecho que PSOE y PP nunca pierden, hagan lo que hagan. Tampoco Unidas Podemos está sufriendo reveses electorales mortales, que digamos. Y Vox ha pasado de ser votada por cuatro gatos a tercera fuerza a nivel nacional. En estas formaciones, suceda lo que suceda, hay garantía de apoyos salvavidas.
Me preocupa que la casi segura desaparición de Ciudadanos no pudiera reemplazarse en poco tiempo por otros partidos que tengan una intención de llegar a grandes consensos. Sánchez y Ayuso, con todas sus virtudes y todos sus defectos, están muy preocupados por la unión dentro de sus bloques respectivos, el de la izquierda y el de la derecha. Los dos no tienen complejos en conceder poder a Podemos o a Vox.
Hoy ese modus operandi del "todo vale" no les afecta mucho, aunque se obsesionen con la fragmentación de sus espectros. Su filosofía de entender la política es una montaña rusa que te puede dar victorias, pero con agobio continuo garantizado, un síntoma más de la fuerte polarización. Ambos tratan de domesticar a sus socios más puritanos. Lo mismo que ha intentado Junts con ERC, que ha acabado sorpasando a los de Puigdemont y Borràs en las últimas elecciones catalanas.
No digo que se vaya a producir algo similar con PSOE y PP. Pero sus maneras han conseguido dar puntos extra a los que portan las banderas de la hoz y el martillo y del yugo y las flechas. Y esa puja por quién ofrece más izquierda o más derecha acaba por animar a elegir opciones nostálgicas de estos símbolos. Además, aumenta la dependencia con dichos actores para formar gobiernos. No quiero seguir el ejemplo de Italia, donde la Liga Norte y el Movimiento 5 Estrellas han fagocitado sus espectros. Allí, pueden decir que han conseguido gestionar la inestabilidad con éxito durante décadas, a pesar de que sus Ejecutivos no suelen durar ni cuatro años en el cargo. Aun así, no les envidio. Tanta acumulación de emociones en el panorama nos distrae de lo realmente importante. Y con los extremos no se juega.
Prefiero la tranquilidad de Alemania y Nueva Zelanda, cuyas presidentas respectivas, Angela Merkel y Jacinda Ardern, convencen por su aperturismo y determinación a romper estereotipos, enfocándose en temas que van más allá de la tradicional división progresismo o conservadurismo, socialdemocracia o liberalismo.
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