De Kosovo a Osetia: la vara de medir de la OTAN
Las contradicciones de las principales potencias occidentales respecto a la soberanía nacional se manifiestan cuando miran a Rusia
La cumbre de la OTAN en Madrid confirma su unidad y su reforzamiento, pero también deja incertidumbres. No está claro si sus miembros tolerarían que Rusia se quedase con el Dombás, ante una falsa apariencia de defensa de la integridad territorial de Ucrania. Sigue habiendo una gran sacralización de los valores de la realpolitik. Los mismos que permitieron la invasión nazi de Polonia, con la aquiescencia del iluminado Chamberlane de por medio.
La paz en Ucrania no llegaría con la decisión de Zelenski de ordenar el alto el fuego, y decidir ceder a Putin parte de su territorio. Más bien significaría un canto a la guerra, con la represión del Kremlin y sin amparo externo que defendiera a los oprimidos. Y, encima, con una mayoría prorrusa inexistente, por mucho que en Moscú se esfuercen por difundir ese bulo propagandístico.
Se puede afirmar que Putin hubiera decidido invadir Ucrania, pese a la ausencia de errores de los principales países miembros de la OTAN. Desgraciadamente, el mandatario ruso sí tiene un pretexto importante que mencionó en su justificación de la toma de Crimea: el reconocimiento de Kosovo como país independiente por parte de EE.UU., Canadá, Reino Unido, Francia, Alemania y casi la totalidad de la UE, a excepción de España y cuatro naciones más. Por lo que han contado los medios, no parece que se haya tocado ese tema (a lo mejor se habló off the record, quién sabe).
A pesar de dicha metedura de pata de estas potencias, la invasión de Ucrania es injustificable como cualquier otro ataque. Con esa frialdad dictatorial que le caracteriza, Putin se sirvió del caso kosovar en la imposición del referéndum de Crimea para su reunificación con Rusia. Insisto que no se puede defender esta comparación, condenable y repugnante, pero sí es una potente arma narrativa, que muestra las contradicciones de Occidente en torno al respeto a la soberanía nacional de los estados.
El reconocimiento de independencia de Kosovo era innecesario. Una "sobrada", en términos muy coloquiales. La historia demuestra que hay detalles endiablados más allá de la condena de cualquier atrocidad, siendo este gesto un paso fundamental para borrar la narrativa de sus perpetradores.
También se trata de evitar caer en contradicciones que esos actores puedan aprovechar como argumento para excusarse en sus crímenes, a pesar de que estos los ejecutarían de todos modos. Todavía, en la Europa de hoy, no hay una autocrítica suficiente en los grandes países aliados que derrotaron a la Alemania nazi. No se tiene en cuenta el impacto suficiente que supuso la Paz de Versalles, tras la Primera Guerra Mundial, como agravio para la radicalización del pueblo germano.
La humillación a los derrotados, Alemania y sus aliados, fue excesiva, especialmente en las deudas que tuvieron que pagar. Y entre los vencedores, Francia fue el país que más se ensañó con su vecino. No dudo de que el nazismo habría llegado al poder de cualquier manera, aun no habiendo tanta brusquedad en el castigo de los teutones. Pero tampoco se puede obviar que ciertas decisiones tomadas a unos kilómetros de París alimentaron el resentimiento de muchos germanos, dando fuerza al relato nacionalsocialista.
A Serbia no le interesa volver a cometer crímenes de lesa humanidad, como en los 90. Actualmente, es candidata a entrar en la UE. Sin embargo, no hay que olvidar su fuerte vínculo con Rusia, cuyo gobierno actual ya no tiene el talante dialogante de Gorbachov y Yeltsin de hace unas décadas. Y las tensiones con Kosovo, que incluso se palpan en las matrículas de los coches, reflejan que la paz entre Pristina y Belgrado sigue siendo frágil.
Si Belgrado decidiera atacar Kosovo para acabar con su independencia, reconocida parcialmente, la OTAN ya no se atrevería a intervenir en el conflicto, como en 1999. El Kremlin, a diferencia de ese año, tiene ahora bastante más influencia geopolítica, e interpretaría cualquier respuesta militar a Serbia como una agresión a su propio territorio. En principio, no se vislumbra un escenario así, pero la invasión de Ucrania tampoco era imaginable hasta hace unos meses.
Este tema está tan apartado del foco político y mediático internacional, que una supuesta explosión del conflicto nos pillaría en la ducha. El reconocimiento a Kosovo tuvo el sentido principal de castigar a Serbia, ninguneando a Rusia, que lo consideró una ofensa. Que la mayor parte de su población sea albanesa y musulmana fue la excusa. Claramente, el criterio predominante para crear estados nación no ha cambiado mucho respecto a finales del siglo XIX: cualquier mínima diferencia cultural justifica la proclamación de un nuevo país.
Paradójicamente, ahora que la defensa a Ucrania es tan acérrima, no lo fue tanto con Georgia en 2008, año del reconocimiento parcial de la independencia kosovar. Todavía, dentro de esta otra candidata a entrar en la OTAN, Abjasia y Osetia del Sur funcionan como estadillos independientes, admitidos solo por pocos países, entre los que se encuentra Rusia.
La OTAN también mira hacia otro lado en el caso saharaui. Además de Ceuta y Melilla y de la gestión de la inmigración ilegal, se tendría que haber tratado dicho asunto, invisible cuando se ha hablado de Marruecos en esta cumbre. Junto con las tensiones entre Serbia y Kosovo, ha sido el otro gran elefante en la habitación de los encuentros de Madrid.
Tras los acuerdos entre la Moncloa y Rabat, Sánchez ha perdido un tren muy importante para insistir en este conflicto del norte de África, con IFEMA como altavoz mundial, a pesar de la pasividad inicial que mostrarían los líderes de las grandes potencias aliadas. La lucha contra el terrorismo en el Sahel, una de las cuestiones principales de las reuniones, venía como un guante para recordar la situación cerca de allí.
Que la OTAN se preocupe por los regímenes de Rusia y de China es una prioridad bien marcada en la Cumbre de Madrid que no puede distraernos de Mohamed VI, respaldado por España, Francia, Alemania, Reino Unido y EE.UU. en la "integridad" del Sáhara Occidental en Marruecos. Cualquier mínima dependencia ciega hacia su gobierno supone arriesgarse a atarse de pies y manos en un hipotético choque de intereses, como en el ejemplo del gas con Putin.
Por estas contradicciones tan notables, conviene preguntarse si la OTAN está realmente dispuesta a defender que Ucrania no se rinda hasta recuperar todo su territorio, o presionará a Zelenski para sentarse con Putin, dejando a su suerte a las zonas ocupadas, con el pobre gesto de no reconocerlas como rusas. No pocos (Macron y miembros del gobierno español, entre ellos) dan a entender que prefieren esta vía. Entendida así, la idea de pedir a Kiev que negocie con Moscú huele a "pseudopacifismo", porque es la única manera aceptada por el Kremlin para dialogar.
Hasta el momento, la paradoja de los miembros más poderosos de la OTAN respecto a Rusia se ha basado en dos criterios principales: su predisposición a reconocer estados de cartón piedra (Kosovo) por puro perjuicio al país de los Urales y a olvidarse de aquellos lugares que el Kremlin ha ocupado por la fuerza, con la mera formalidad de no aceptar de iure esas independencias y/o anexiones (Abjasia, Osetia del Sur y Crimea). Actitudes que contribuyen a la fragilidad territorial de Europa del Este, que, a día de hoy, sigue atrapada en un círculo vicioso identitario que quedó al descubierto tras el fin de la URSS y de otros regímenes satélites, desde finales de los 80 hasta principios de los 90.
Estupendo artículo, ¡enhorabuena!
ResponderEliminarAnalizas muy bien el comportamiento de la OTAN, según el país de que se trate y de los intereses que haya de por medio.
Espero y deseo que finalice cuanto antes la barbarie de la guerra de Rusia, para anexionarse a Ucrania… Para ello y considerando el punto en que nos encontramos, me imagino que deberán ceder uno y otro (aunque sea tremendamente injusto), pues de lo contrario la situación se enquistará y seguiremos pagando las consecuencias toda la UE con una grandísima recesión económica. Y como siempre… los que más lo van a sufrir -y ya lo están haciendo- son las personas de clases sociales más desfavorecidas. ¡Qué pena!