La Eurocopa como excusa
Cualquier torneo es una buena oportunidad para indagar en las relaciones internacionales
Es difícil que en una competición deportiva no se den coincidencias con morbo, y más cuando participan países. Esta Eurocopa prometió ya con el partido inaugural, en Roma, entre Italia y Turquía, las selecciones que acabaron como campeona y última, respectivamente. Los azzurri ya demostraron en ese encuentro de qué pasta están hechos, más allá de la de su gastronomía. Vapulearon a los otomanos con un 3-0, dos meses después de que Draghi se refiriera a Erdogan como "dictador", tras negar este su afeo machista a Von der Leyen.Como era de esperar, la reacción del presidente turco fue la de amenazar con cortar el grifo a las empresas italianas en Anatolia. Pero la palabra con la que Draghi describió a Erdogan es difícil de pronunciar para casi todos los líderes del primer mundo.
Más allá de esta historia, el grupo A de la Eurocopa, también integrado por Gales y Suiza, destacaba, además, por estrenar Bakú como sede del torneo del Viejo Continente. Turquía, que jugó sus dos partidos siguientes en la capital de Azerbaiyán, no aprovechó su condición de semilocal. Es sabido que el país enemigo de Armenia, por el conflicto de Nagorno-Karabaj, es más que un vecino para la nación bizantina. De hecho, la guerra de esta región reafirma su alianza de cara a sus intereses geopolíticos.
El grupo B tampoco dejó indiferente a nadie mínimamente consciente de las relaciones actuales entre Rusia y la UE. El país del Este se enfrentó a Bélgica en el primer encuentro, celebrado en San Petersburgo. La presencia de Finlandia, la primera en la historia de la Eurocopa, nos hace recordar su independencia del imperio de los zares y el intento fracasado de reconquista de Stalin en el periodo de entreguerras.
Siguiendo en la línea nórdica, Dinamarca no es menos en su relación histórica con Rusia, con la que se disputa territorios en el Ártico (Noruega, Canadá y EE.UU. también están metidos en este gélido jardín).
En el grupo C, Ucrania jugó en Bucarest, la capital de Rumanía. En 2009, ambos países resolvieron una disputa por la isla de la Serpiente, un punto del Mar Negro donde se sospecha que hay depósitos de gas y de petróleo.
Por su parte, el morbo político del grupo D fue el partido más antiguo entre selecciones: Inglaterra-Escocia. El encuentro, celebrado en el mítico Wembley de Londres, acabó sin goles. Con el Brexit, de fondo, reavivando las aspiraciones del separatismo en Edimburgo, muchos lo sentirían como algo muy personal, pero el resultado les evitó una explosión de gónadas.
El grupo E nos recuerda la relación turística entre Suecia y España, que recibe viajeros a mansalva de aquel. Pero todavía más destacable es la hermandad entre Eslovaquia y Polonia, firmantes del Pacto de Visegrado junto con Chequia y Hungría, estado donde se encuentra dicha ciudad.
Partido del grupo A entre Gales y Suiza, en Bakú, Azerbaiyán
"El grupo de la muerte"
En tierras magiares, la progresiva vulneración de los derechos de los LGTBI hizo reaccionar a Alemania, donde los colores de este colectivo iluminaron el Allianz Arena y lucieron el brazalete del capitán de su selección, Manuel Neuer. La UEFA llamó la atención al estadio muniqués por lanzar un mensaje "político". Sin embargo, los ultras nazis de Brigadas Cárpatas pudieron animar a Hungría tanto en Budapest como en la capital bávara sin ninguna reacción del máximo organismo del fútbol europeo.
Más allá de esta polémica, Alemania ganó su primer Mundial ante Hungría en Suiza 1954, con remontada. Fue la segunda y última final de los magiares en la historia de este torneo, que acabó con derrota como la primera vez.
El grupo F también dio la nota en la clásica rivalidad franco-germana. Cuando los bleus vencieron a la Mannschaaft, varios medios de la nación de la "Liberté, Egalité y Fraternité" rememoraron la victoria de la I Guerra Mundial.
Aparte de estos últimos campeones del mundo, ahí tenían que estar los de la anterior Eurocopa, los portugueses, que se habían llevado la orejona ante los franceses, precisamente. Pero estos dos pueblos tienen una relación muy especial. En el país ibérico, es muy corriente ver coches con la matrícula F debajo de las estrellas de la UE. Muchos de estos automóviles pertenecen a lusos. Hay una película de humor sobre la realidad de estos inmigrantes en territorio galo: La Cage Dorée (La jaula dorada), de 2013.
De octavos a semifinales
Las coincidencias llamativas no terminaron ahí. En octavos de final, pudimos ver un Italia-Austria, un Francia-Suiza y un Inglaterra-Alemania, partido que se volvió a celebrar en Wembley tras el Mundial del 66 y la Eurocopa del 96, torneos conquistados por británicos y germanos, respectivamente. Aparte de estos dos episodios, su rivalidad rememora un hecho inédito de la I Guerra Mundial, donde soldados de ambos países hicieron un paréntesis para jugar amistosamente con un balón en el campo de batalla.
En los cuartos, la cita entre belgas e italianos nos recuerda a dos países que formaron parte del embrión de la UE. La de los helvéticos y de los españoles, a un oriundo de Basilea: Joan Gamper, el fundador del Barça. Incluso, el primer presidente del club, Walter Wild, era del mismo origen, de Zúrich. También un coche de gran reputación en su día, el Hispano-Suiza, se creó en la Ciudad Condal.
Después, en semis, la Azzurra y la Roja se volvieron a ver la caras en Wembley. No hace falta que diga la relación de hermandad existente entre ambas naciones. Un día antes de este enfrentamiento, falleció Raffaella Carrà, una de las mayores divas de la música. Para esta italiana, España era su segundo país. Ambas selecciones calentaron con una de sus canciones para conmemorarla.
La final
Tras su pase agonizante por penaltis a la final, Italia se enfrentaría a Inglaterra en el mismo gran estadio de Londres. Cuando todavía el país mediterráneo no existía como entidad política, Enrique VIII creó la Iglesia anglicana en contraposición a la católica.
Curiosamente, según una investigación llevada a cabo por un seminario de católicos ingleses en Roma, Shakespeare huyó de forma clandestina hacia Italia por seguir el credo del Papa. De hecho, algunas de sus obras, como Romeo y Julieta, muestran ideas y ritos de esta vertiente del cristianismo, con una manifiesta simpatía hacia curas y monjes y con invocaciones a la Virgen María.
Podría seguir con más anécdotas, pero creo que las que he contado son más que suficientes para mostrar cómo se puede indagar en las relaciones internacionales entre países por la excusa de un torneo. Al fin y al cabo, toda nación busca expandir su imagen, hasta en lo que no da de comer. Pero más vana que una competición es una guerra y otras formas sucias de diplomacia, especialmente por su crueldad.
Vaya,vaya...lo que puede cundir un pueril partido de fútbol, la de punta que se puede sacar a ese lápiz!!
ResponderEliminarMe gusta mucho el análisis que haces de los partidos de fútbol de la Eurocopa, relacionándolos con las relaciones histórico-políticas entre países. Lo haces muy ameno, pero también vas haciendo pedagogía, recordando acciones geo-políticas internacionales. ¡Enhorabuena!
ResponderEliminarLa verdad es que no soy futbolero, pero intento ver y aplaudir todos los partidos de nuestra selección. La mayoría de los mortales tenemos ese orgullo patrio, que nos hace desear la victoria de nuestro país frente a nuestros rivales y disfrutamos con ello.