Encuentros con no reconocidos

Para la clasificación del Mundial de fútbol Catar 2022, lo normal es que los partidos de España contra Kosovo no tuvieran relevancia si no fuera por la cuestión diplomática de fondo

El 31de marzo, La Roja juega su tercer encuentro en su camino al mundial de Catar contra Kosovo en La Cartuja de Sevilla, y el 8 de septiembre, en Pristina, capital del territorio balcánico. ¿Y qué? Como si juegan contra Andorra. Meros enfrentamientos de los que casi nadie se acuerda. Pero este duelo, a diferencia de otros, está marcado por un fuerte hedor político.

España no reconoce a Kosovo como estado independiente, al igual que la mayoría de países de la ONU. Aunque este enclave de la antigua Yugoslavia cuenta con el apoyo de grandes potencias como Estados Unidos, Alemania, Francia y Reino Unido.

La situación de Kosovo es como la del gato de Schrödinger: es y no es un estado independiente al mismo tiempo, dada la diferencia de criterios en su reconocimiento a ese estatus. La FIFA y el Comité Olímpico Internacional (COI) reconocieron hace unos años a sus federaciones deportivas. Esto ha traído situaciones complicadas e incómodas para España. Como el  Mundial de kárate que albergó en 2018, en el que prohibió al equipo kosovar portar su bandera.

Esto trajo problemas al Comité Olímpico Español (COE), ya que el COI reaccionó diciendo que no quería que el país ibérico organizase torneos internacionales por este motivo. El Ministerio de Asuntos Exteriores respondió a esta amenaza con que se facilitaría participar a representantes olímpicos kosovares, sin que esto supusiese variación alguna en la posición de las autoridades nacionales respecto a la independencia de Kosovo. En los Juegos del Mediterráneo de Tarragona, celebrados en el mismo año que el Mundial de kárate, su participación también estuvo caracterizada por la misma polémica.

En torno a la FIFA, la celebración del sorteo de clasificación para el mundial de Catar fue mucho más tranquila. La Real Federación Española de Fútbol (RFEF) no puso objeciones ante el emparejamiento de La Roja con los kosovares, a pesar de que se debatiera después cómo se gestionaría la organización del encuentro. Al final, el organismo oficial de la selección y el Ministerio de Asuntos Exteriores dieron el visto bueno a la celebración del partido en territorio nacional, y las banderas y los himnos de ambas selecciones estarán presentes en el mismo.

Ahí no queda todo. En el grupo de España, compuesto también por Grecia, Georgia y Suecia, este país es el único que reconoce a Kosovo como estado independiente. La FIFA considera que mientras no haya un conflicto entre territorios determinados, no hay ningún problema. Por tanto, La Roja puede jugar contra los exyugoslavos, pero no contra Gibraltar, cuya federación también ha sido reconocida recientemente por dicho organismo y por la UEFA. 

Entendería que mucha gente se opusiese a que España juegue contra un estado que no reconoce, aun sin tener conflictos con este. Sin embargo, la FIFA tiene más miembros que la ONU. Las Islas Feroe tienen selección propia y se enfrentarán a Dinamarca, país al que pertenecen, también en esta fase de clasificación al Mundial. Al igual que Tahití y Nueva Caledonia, territorios franceses en Oceanía. Y siempre existen fórmulas de nombrar al rival dentro de las reglas diplomáticas.

Esto no significa que cualquier entidad territorial deba tener, necesariamente, una selección propia para jugar torneos oficiales. Muchos utilizan el argumento de que las federaciones de Cataluña y el País Vasco deberían poder participar en fases de clasificación a Mundiales y Eurocopas. Ante dicha afirmación, hay que dejar claro que las circunstancias de ambas autonomías no es la misma que otras regiones del mundo, donde existen grandes diferencias culturales y legales.

No podemos ir siempre con el afán de crear federaciones cuyo fundamento se basa en motivos políticos. Para eso ya existe la posibilidad de inventar clubes que busquen reivindicar causas concretas. El fútbol, como cualquier deporte, es algo banal, pero mueve conciencias. Aunque, a la hora de la verdad, es un elemento unificador, muchos buscan la furia en la bonita disparidad de equipos y credos que lo caracterizan, convirtiendo la simulación o el show en guerra.

No entiendo esa supuesta libertad de pitar himnos, de quemar banderas y de querer intimidar a los que los muestran con orgullo. En España hemos normalizado que en algunos puntos de su geografía haya que autocensurarse para no llevar la camiseta de la selección cuando esta juega. En barrios y pueblos de Cataluña y el País Vasco eso es provocar y de "fachas".

Casos como el de la ciudad de Mitrovica son significativos en lo que respecta a burbujas sociales. La parte norte de esta ciudad kosovar está poblada mayoritariamente por la minoría cristiana ortodoxa serbia. Al otro lado del río Ibar, la zona sur es principalmente musulmana y albanesa. Varios habitantes no cruzan el puente que une las dos áreas de un mismo municipio.

Poco más de veinte años después de terminar la guerra en Kosovo, la calma es tensa, al igual que en otros puntos de este territorio. Esto demuestra que la polarización nunca es buena, y siempre hay elementos que compartimos. En cuestiones como el deporte, los Olímpicos y otros eventos internacionales nos recuerdan la universalidad del ser humano.

Por eso, espero que los partidos de La Roja con Kosovo no trasciendan hasta el punto de suponer un debate acalorado entre políticos en ningún parlamento español. Son unos encuentros deportivos como cualquier otros. Al fin y al cabo, la polémica central es la de que Catar vaya organizar el próximo Mundial, saltándose los derechos humanos a la torera, con miles de obreros muertos en la construcción de sus estadios y con escándalos de corrupción de la FIFA de por medio.





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