Cuándo (no) se jodió el Perú
Pedro Castillo y Keiko Fujimori son la mayor expresión del estancamiento en el que se encuentra el país inca
Lastrada por la pandemia y por la crisis política y social, Perú afronta su futuro con incertidumbre ante el gobierno elegido en estas elecciones. Una segunda vuelta entre Pedro Castillo y Keiko Fujimori denota que la república andina ha llegado a un punto de desesperación extremo, hasta el punto de que que los más votados son los más radicales.
Los extremismos triunfan en época de vacas flacas. Y más si la corrupción e inestabilidad políticas se convierten en algo endémico. Después de Alan García, Perú ha tenido cinco presidentes desde 2011. Excepto los dos últimos, el resto están en la cárcel o procesados. Y esto, sin contar los casos similares desde Alberto Fujimori.
El padre de la actual candidata a la presidencia solo es el principio de una saga de presidentes corrompidos. Después de él llegarían Alejandro Toledo y García, que se suicidó antes de que le arrestaran.
Desgraciadamente, el crecimiento económico de las últimas décadas no ha sido suficiente. A pesar de que siete millones de personas han salido de la pobreza en menos de quince años, todavía gran parte de la población vive en la miseria.
Si no es el primero, Perú es de los estados de Latinoamérica donde sus habitantes sienten mayor desconfianza de los políticos. Gente que conozco de este país me cuenta que allí la derecha y la izquierda no importan y que ocurren fenómenos que rompen los esquemas europeos (si seguimos inmersos en burbujas mediáticas nacionales, lo que ocurre en otros continentes nos parece Plutón).
Keiko Fujimori y Pedro Castillo - AP
Una encuesta de 2019 refleja que el 59% de los peruanos no conoce los términos de izquierda y derecha. En 2016, otro estudio elevaba ese dato al 69%. El hecho de que Castillo y Fujimori Jr. hayan triunfado en estas elecciones es consecuencia de la apatía hacia la política, resultado, a su vez, de la fuerte corrupción institucional existente en el país.
Aunque todavía falta por confirmarlo oficialmente al 100%, Castillo es el vencedor de los comicios. Este profesor escolar simpatiza con el chavismo y el castrismo, y es admirador del marxismo, aunque intente renegar de ello. Su campaña ha consistido en defender proclamas y desdecirse de ellas inmediatamente. También ha jugado a la estrategia del palo y la zanahoria. Y en alguna entrevista ha quedado en ridículo al no saber explicar sus medidas ni el significado de la palabra "monopolio". Para más inri, ha llegado a afirmar que se identifica con el modelo de Singapur, diametralmente opuesto al suyo.
Por su parte, Fujimori hija sigue los caminos de su caudillo padre, como el de la corrupción (lavado de dinero, tráfico de influencias, obstaculización a la justicia y un largo etcétera). Esta saga familiar ha conformado un ideario que presume de autoritarismo, de discriminar al colectivo LGTBI, de aborrecer el feminismo y de oponerse al aborto en cualquier circunstancia, algo que comparte con Castillo. Además, Keiko sigue en sus cuarenta, denunciando fraude electoral siempre que pierde. Puede que Trump se haya inspirado en ella.
Encima, añadiendo leña al fuego, ahora viene un grupo de exmilitares y amenaza con un golpe de Estado contra Castillo si la Justicia confirma que no hubo fraude electoral. Todo en orden, no "alterarse", como diría Lola Flores.
Ante esto, mi reflexión sobre Perú y el resto de Iberoamérica es que, a pesar de sus grandes avances sociales, arrastra problemas estructurales, que abarcan desde la sanidad hasta la convivencia multiétnica. Perdón, en realidad, esto es lo que pienso de todo el continente americano. Canadá y Uruguay representan casos excepcionales.
Al igual que el problema principal de Europa es la dificultad de alcanzar una unión continental consolidada, frustrada por nacionalismos de cualquier calaña, el escollo de las Américas reside en su estado de bienestar. "Pero esto no es Venezuela", se excusarán varios políticos del continente. Por eso, como ejemplo significativo del "Nuevo Mundo", me pregunto, sin ánimo de ofender, lo opuesto a Vargas Llosa: cuándo no se jodió el Perú.
Aun así, nunca hay que olvidarse del otro lado de la balanza. Entre 2005 y finales de la década pasada, la inversión extranjera en Perú se multiplicó por siete y, desde 1990, sus exportaciones han crecido por diecisiete. Además, el país mantiene acuerdos de libre comercio con EE.UU., China y la UE. Estos logros abren ventanas de oportunidad para la república inca, incluso para ver la luz al final del túnel en varios entresijos de carácter político.
Yo que sólo sé del Perú por el telediario, te doy la enhorabuena por el artículo de rebosante actualidad, ya que para mí es una lección de historia contemporánea.
ResponderEliminarMe da mucha pena que Perú, uno de los países con más recursos minerales del mundo, tenga esa maldita clase política que no se merecen.
Este pueblo ha sufrido mucho durante toda su historia reciente, comenzando con la explotación como colonia española. No olvidemos grupos terroristas tan macabros como Sendero Luminoso y el MRTA.
Ahora con Castillo, ya veremos en qué encrucijada se meten. No lo veo como un político que pueda sacar a su pueblo de la miseria, comparto su desconfianza.
Me quedo con tu dicho "los extremismos triunfan en época de vacas flacas", pero algo tendrá que decir la ONU y los países con gran influencia en la zona.