Salvo invasión o genocidio
La suspensión de países en deportes no se suele aplicar más allá de estas excepciones, a pesar de incumplir casi todos los derechos humanos
Tras la invasión de Ucrania, Rusia ha sido suspendida de la inmensa mayoría de competiciones deportivas. Es razonable esta reacción de las federaciones internacionales que las rigen. Cualquier ataque a la paz tiene que acarrear duras consecuencias. Una condena a los ataques de Putin no impide que nos acordemos de los diversos conflictos bélicos que existen en nuestro planeta. Aunque algunos quieren resaltar estos para minimizar la acción del Kremlin. No caben los "peros", sí los "ademases". Porque, todavía, las normas internacionales siguen destacando por su tibieza en casi todos los ámbitos.
Las organizaciones deportivas mundiales siguen las mismas reglas que las políticas, haciendo distinciones entre formas de represión, como si estas fueran un pilar cultural en sociedades determinadas. Se aceptan las tiranías de Corea del Norte, Qatar y un largo etcétera de naciones. Cumplen el límite de lo "tolerable". Hasta la financiación de grupos terroristas se admite. Si atacasen a sus vecinos, ya sería demasiado.
Tras la II Guerra Mundial, se pensaba que ya habría paz para siempre. Pero la configuración de la ONU solo la exige, en la práctica, entre los estados que rigen actualmente la Tierra (EE.UU., China, Francia, Reino Unido y Rusia), todos ellos con bombas nucleares. Estas sirven de disuasión para evitar un exterminio mutuo. Sin estas y sin la pertenencia a entidades como la UE o la OTAN y otras de peso, cualquier ataque es posible. Aunque Marruecos ya tentó a la suerte con la isla de Perejil, y el Kremlin con el cielo de Estocolmo, entre varios ejemplos.
Incluso existen reglamentos de guerra, porque, según las leyes internacionales, hay formas limpias de ejercerla. Como cuando en la Europa reciente todavía los hombres nos retábamos a duelos, con sus reglas en forma de dignificación de la afrenta. Todas estas formalidades demuestran que la paz solo está garantizada por la disuasión nuclear y otras amenazas de destrucción mutua, sin olvidarnos del dinero.
En el deporte, al igual que en la geopolítica, se han llegado a grandes consensos, impensables hasta hace poco en la historia de la humanidad. Es la luz en medio de la oscuridad, la esperanza rodeada de desesperación. Hay que reconocer que la ONU supone un gran paso, a pesar de sus no pocas pasividades en torno a varios conflictos. Paralelamente, los Juegos Olímpicos, con más éxito todavía, han significado una aceptación de reglas comunes cada cuatro años. Una vía de universalismo en la que los rituales, como la entrega de las medallas o el desfile de banderas, no se cuestionan.
Este ejemplo lo remarca muy bien Yuval Noah Harari en 21 Lessons for the 21st Century (21 Lecciones para el Siglo XXI), su tercer libro de la saga Sapiens. "¡Vaya obviedad!", dirán muchos. Pero si nos ponemos a pensar en las épocas que nos han precedido, veremos que una mínima estandarización global era una utopía, salvo en el dinero, en aspectos de la ciencia, en la lacra de la esclavitud, donde destaca la prostitución, y poco más.
Desde el 393 hasta 1896, ha habido un vacío entre los Juegos Olímpicos de la Edad Antigua y los de nuestros días. Y la Sociedad de Naciones, el primer precedente serio de la ONU, tuvo que esperar a crearse en 1919, tras acabar la I Guerra Mundial, con el Tratado de Versalles. De ahí, que podamos considerar estos avances como milagros históricos en los miles de años de nuestra existencia, que indican una tendencia a aumentar nuestro sentimiento, no ya de aldea planetaria, sino universal. Algo que no quita que cada uno se sienta orgulloso de las partes de su "matrioshka" identitaria (barrio, municipio, comarca, provincia, región, país, continente, etc.).
Por desgracia, el nacionalismo, que tendría que ser una defensa de la soberanía popular contra cualquier tiranía, se ha tergiversado como una herramienta de adoctrinamiento y de búsqueda de poder autoritario. Y tiene todo el sentido del mundo que el deporte, aunque esté demasiado politizado, actúe como presión diplomática contra cualquier agresión territorial.
Sin embargo, la vista gorda sigue siendo la norma en muchos casos. No creo que Biden, Scholz, Macron, Sánchez o Johnson vayan a hacer ascos en viajar a Qatar para animar en el Mundial. Recientemente, ningún líder occidental importante ha acudido a los Olímpicos de invierno de Pekín por la represión de Xi Jinping contra el pueblo uigur de China, maltrato que ya existía en 2008, sin que nadie dijera algo sobre ello entonces. De los tibetanos, ni rastro.
Los líderes de China y Rusia, Xi Jinping y Vladímir Putin
Precedente de castigo en la UE
En el año 2000, la UE sancionó a Austria por la entrada en el gobierno de FPÖ, un partido de derecha radical que formó una coalición con el ÖVP, el PP austriaco. Francia y Bélgica llegaron más lejos, abarcando el plano deportivo. Al final, el veto hacia el país alpino se levantó, porque se veía como algo excesivo. Un castigo que solo se impuso por la presencia de una formación ultraconservadora, segunda en las elecciones, sin que el Ejecutivo de Viena hubiera empezado a ejercer sus funciones. Lo del respeto al sufragio universal en un estado soberano... ay.
Este ejemplo fue llamativo, especialmente para Francia y Bélgica. Dos años después de las sanciones a Austria, Jean-Marie Le Pen, con los mismos ideales que el FPÖ, quedó segundo en la carrera hacia el Elíseo. Por su parte, a los políticos de su país vecino les cuesta todavía revelar las atrocidades del genocidio del rey Leopoldo II en el Congo. O, como, en su relación con España, París y Bruselas han acogido a etarras sin miramientos. Claro, cuando algunos de estos ya ponían bombas por la zona de Biarritz, ahora sí que la Gendarmerie colaboraba con empeño para encarcelarlos, pareciendo que su ayuda a la Policía Nacional, a la Guardia Civil y a la Ertzaintza fuera algo de toda la vida.
En torno a los países del Golfo, si reciben sanciones suelen ser tibias o inexistentes. Por tanto, en los deportes compiten como cualquiera. A pesar de que, en algunos de estos estados, a las mujeres casi no se las deje acudir a animar a su equipo, o que tengan incluso que llevar una vestimenta determinada cuando compiten, porque es su "cultura". La invasión de Yemen, desde 2014, y las represiones de la monarquía saudí no han alterado su presencia institucional. De hecho, han debutado este año en los Olímpicos de Invierno de Pekín.
También fue llamativo en su día que Siria no fuera sancionada en la clasificación al mundial de fútbol de 2018, cayendo en una repesca contra Australia, que ganó en la prórroga. Rusia organizó ese evento, a pesar de tomar por la fuerza Crimea y ocupar el Donbás. La maquinaria de dopaje a atletas por parte del Kremlin ni la financiación norcoreana en la construcción de estadios no hicieron mucho ruido en la FIFA, siempre tan equidistante. La anterior premier británica, Theresa May, no acudió por tensiones diplomáticas. Pero, ¿y si estas no hubieran existido?
Un dilema difícil
Entiendo que es una cuestión compleja: ¿censurar a ciertos países por saltarse los derechos humanos o aceptar a todos, sin importar sus contextos? En mi opinión , la segunda opción supondría un relativismo moral si se busca defender valores universales de tolerancia y solidaridad. Si los torneos se redujeran a cuatro federaciones, porque el mundo, casi en su totalidad, incumple algún requisito, serviría como instrumento de presión para cambiar actitudes.
La ausencia en campeonatos significa falta de ingresos. Así que, ya no solo queda herido el orgullo nacional, sino también el bolsillo. Si es ingenuo pensar que se va a acabar con el lema "por el interés te quiero, Andrés", al menos, utilicémoslo como vía de progreso y de consenso para alcanzar tanto beneficios materiales como espirituales.
Creo que el dinero contribuye mucho a respetar/ o no las normas. Si no sería un mundo de arcángeles volando por los estadios y la pistas!
ResponderEliminarMe ha gustado mucho el artículo. ¡Felicidades por tu esmerado trabajo!
ResponderEliminarEstoy de acuerdo contigo en que hay que parar la guerra de todas las maneras posibles, incluido el deporte. Me congratulo de que esta situación bélica, que nunca debería haberse producido, nos haya servido para unir las naciones contra el país invasor.
Putin tiene que darse cuenta que masacrar a la población civil no le está permitido; así que bienvenidas sean todas las medidas y restricciones a todo lo que venga de Rusia.
Con respecto a la posesión de bombas nucleares que comentas, sí que sirven de disuasión pero unas de las funciones principales de la ONU son fomentar la paz entre los pueblos y cuidar de nuestro planeta; lo que para mí conlleva el desmantelamiento de todas las cabezas nucleares de todos los países de la Tierra, sin excepción. Nunca se debería haber permitido su construcción.