Uno, dos, tres... catorce

Además de Roland Garros, el torneo podría llamarse Rafa Nadal

"Uno, dos, tres, catorce". Así empieza la canción de U2, Vertigo. Y de vértigo es el palmarés de Nadal con ese número, que posee en Roland Garros. Igual que el Madrid en Champions, pero en mucho menos tiempo, y solo con cuatro ediciones sin ganar de las dieciocho que ha jugado. Un total de 22 Grand Slam, los mismos que Steffi Graf, y dos más que Federer y Djokovic. Solo Margaret Court y Serena Williams están por encima, con 24 y 23, respectivamente.

Pero más allá de batir récords, el sueño del manacorí es seguir jugando. La voluntad de continuar ya es un triunfo en sí. En la sexta promoción de su academia, la Rafa Nadal International School, resaltó a sus alumnos que "fracasar solo es malo si no sabéis levantaros y volver a pelear". Y qué mejor padrino que Ricky Rubio en el acto.

                                          
Estos días, columnistas han criticado a aquellos que proclaman "Nadal, presidente". Estoy de acuerdo. Aunque a la vez me siento seguro diciendo que él hace mejor su función que muchos políticos en el suyo. No ya en la medición del triunfo en la gestión, sino por la personalidad. Lo de que el poder corrompe es en parte cierto, pero también las deficiencias se traen de casa. Y quienes están en el ejercicio del poder no pueden excusarse en la subjetividad de los juicios que reciben para protegerse de sus fallos latentes, que suelen justificar con el pretexto de la dificultad del momento.

En la lógica del deporte, la vara principal de medir es la victoria. A partir de ahí, las historias de los ganadores interesan a cualquier público. Todo lo demás no existe. Ni siquiera los subcampeones, que parece que se les etiqueta de "pringaos". En la música, ocurre justo lo contrario. Los segundos de los concursos suelen triunfar más en sus carreras que los primeros, obteniendo más fama que estos.

La victoria es como la muerte: de repente, sobresalen las cualidades positivas de quien la consigue, por mucha antipatía que genere. Sale a relucir su lado más humano. La misma tendencia a la que recurre Disney últimamente con sus producciones, mostrando el corazoncito de los villanos. Eso sí, siempre los que denotan simpatía y generosidad, marcan la diferencia. Este es el caso de Nadal.

Pese a las calumnias y otras envidias hacia él, ha sabido callar bocas con su constancia y éxitos. Después de ganar un año más Roland Garros, todavía hay alguno que sospecha de que hace trampas. Postureo de primero de conspiranoia. Aun así, incluso de eso se puede sacar algo positivo. Nadal donó a obras sociales la indemnización de la exministra francesa que le acusó de dopaje, Roselyn Bachelot. La responsable de Cultura con Macron hasta este mayo fue condenada, en 2017, a pagar 10.000 euros al tenista y una multa de 500 por difamación, que solo debería abonar en caso de reincidencia.

A pesar del calvario que sufre con su tobillo, Rafa nos ha vuelto a sorprender este año con el Open de Australia y Roland Garros. "Hello, hello, I'm at a place called Vertigo", reza la canción de U2. Él no solo está allí, es de allí. Y ante la obsesión enfermiza por el título, que anula a aquellos que no lo consiguen, Rafa ya lo dijo en su día: "el éxito no es la victoria, sino todo lo que has peleado por ganar". 







Comentarios

  1. ¡Enhorabuena por el artículo, me ha encantado! Como siempre claro, directo y muy bien documentado.
    Para mí Rafa Nadal es, actualmente, el mejor deportista español de la historia, toda una leyenda y un referente para los niños.
    Es un ejemplo de humildad, tesón, fuerza de voluntad, respeto al contrincante, buen español y luchador ante la adversidad. Y lo más importante, con un corazón que no le cabe en el pecho.
    Rafael Nadal Parera, has sido, eres y serán un orgullo para todos nosotros. Ganes o pierdas, no cambies tu forma de ser. Te queremos.

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